13/02/2025

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Entrevista a Rodrigo Fernández Miranda

Estos días nos visita el profesor Rodrigo Fernández Miranda en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Docente e investigador en la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Buenos Aires, Argentina), su especialidad es la Economía Social. Así que aprovechamos para hacerle unas preguntas sobre el valor de este tipo de economía ante los retos que nos plantea el cambio climático.

Rodrigo en la Facultad de CC de la Información de la UCM

Específicamente en cuanto a las organizaciones de la ESS, creo que hay varios elementos de los que podemos aprender. Por una lado, justamente gran parte de este tipo de experiencias históricamente han surgido en situaciones y escenarios de crisis. Los modos de producción, formas de organización y lógicas de funcionamiento de estas entidades asociativas están basadas en la propiedad colectiva, la democracia económica, la no finalidad de lucro o la centralidad del trabajo. Al interior se tiende a horizontalizar las relaciones, con una mutualidad de los intereses de quienes las integran y la solidaridad como base de los vínculos.  Otra cuestión que pueden transmitir estas organizaciones como aprendizaje son los vínculos entre los propios agentes, que se plantea que estén regulados por la cooperación, la integración, los circuitos solidarios y de cercanía.

En términos más amplios, destacaría la dimensión cultural que atraviesa a los agentes de la ESS, que intentan poner en común con la sociedad un sistema de ideas, prácticas, valores y relaciones sociales que discute y disputa con el modelo dominamatizaria esto, nte. Frente a una cultura que propone recluirse en el ámbito privado, la ESS reivindica el espacio público, el encuentro, la construcción colectiva; frente al individualismo, el asociativismo; frente a la competencia, la cooperación; frente a la desaparición de la pregunta por el otro, la empatía. La cultura fija un techo, define una frontera de posibilidades para la construcción del futuro, por eso también constituye una disputa que no se puede dejar de lado.

En síntesis, los proyectos de la ESS suelen surgir con mayor intensidad en escenarios de crisis, constituyen una respuesta colectiva a las necesidades, los intereses o las problemáticas comunes, proponen prácticas, valores, ideas y relaciones sociales culturalmente disruptivas y potencialmente transformadoras. Considero que estos son algunos puntos clave en cualquier escenario de futuro más sostenible. 

Efectivamente se entrecruza con distintas perspectivas no dominantes y emergentes. De fondo se propone una economía plural y sustantiva que cuestiona la centralidad del mercado en la satisfacción de las necesidades humanas, en cuanto a que no todo debe estar dentro del mercado ni ser tratado como mercancía, no todo se puede comprar y vender. La ESS propone ubicar a las personas, a la reproducción ampliada y a la sostenibilidad de la vida en el centro de la economía, y así cuestiona los objetivos y el propio sentido de lo económico. Y por ello se encuentra atravesada por la economía ecológica y la economía feminista. No se puede perder de vista que en una propuesta transformadora del presente y constructora del futuro deben ocupar un lugar central los cuidados, la reproducción, y la sostenibilidad de la vida, y ahí creo que la ESS confluye con estas dos miradas.

También, y principalmente en el caso de Argentina y otros países de América Latina en los que la exclusión de sectores sociales de los mercados formales de trabajo no para de crecer, la ESS tiene el desafío de construir una síntesis con la economía popular. Frente a una crisis del modelo de trabajo asalariado tradicional, cada vez más sectores forman parte de esta, y una economía popular que sea también social y solidaria puede constituir una vía para la organización, el acceso a derechos y la salida de la informalidad de estos sectores del trabajo, que en muchas partes del país son mayores a los asalariados. También obviamente con la economía comunitaria hay muchas cosas en común, principalmente en cuanto al anclaje territorial de las experiencias, a la participación y a la autoorganización de las comunidades en la producción para la satisfacción de sus necesidades.

La ESS no es un movimiento nuevo, sino que fue surgiendo, adaptándose y resignificándose frente a las distintas crisis generadas por el capitalismo desde la Revolución Industrial. Por lo cual parece coherente que en este escenario en el que convergen crisis de distinta naturaleza, la ESS deba volver a repensarse de la mano de otras tradiciones y movimientos emergentes. En este sentido, creo que es clave poner en valor estos cruces, no solo para poder construir un campo que sea más amplio y potente, sino también para que se puedan generar sinergias con una mayor capacidad transformadora.

Si, pienso que si no se cambian elementos esenciales los escenarios de futuro pensables son necesariamente con desigualdades estructurales más profundas, niveles de exclusión crecientes, una aceleración del deterioro ambiental y con la consecuente certeza de la insostenibilidad ambiental. No tengo claro ni cuánto tiempo ni con qué capacidades contamos como sociedades para torcer este destino sistémico, pero estoy seguro de que asumir que indeclinablemente el futuro es con más acumulación de capital, individualismo, desigualdad y competencia supone resignar demasiado.

Lo que parece más claro es que las salidas a esta crisis no llegarán desde los centros de poder, desde Bruselas, Washington ni los organismos multilaterales, sino desde la acción, la organización, la presión y la participación ciudadana. Por esto mismo considero que la ESS tiene mucho que decir y que hacer en el presente y el futuro inmediato, con una propuesta de democratización de la economía, construcción de ciudadanía, el impulso de prácticas desde abajo y experiencias vinculadas a la sostenibilidad social, ambiental y económica.

Los desafíos son diversos y también complejos. En el tránsito hacia un horizonte de sostenibilidad de la vida, específicamente en la dimensión cultural que esto conlleva, observo desafíos vinculados principalmente a la comunicación, la educación, la articulación y el intercambio de saberes. En el primer caso, aun asumiendo que todo lo que hacen los agentes solidarios comunica, me parece importante fortalecer los procesos comunicacionales de estas experiencias, de forma tal que sea posible llegar a las mayorías con su propuesta. En cuanto a la educación entiendo que es fundamental que las instituciones universitarias sean también parte activa en los procesos colectivos que se generan en los territorios. 

Y eso me lleva a los dos últimos puntos: se hace necesaria una mayor articulación entre actores de distinta naturaleza, una des-jerarquización de los saberes que posibilite un intercambio fértil entre los conocimientos técnicos y académicos con los populares. Esta idea nos interpela como universidades, y pone en tensión que la producción y divulgación de conocimiento es una parte central de nuestro trabajo, pero no puede agostarse allí, sino que es preciso que trabajemos también con las organizaciones y las comunidades para construir y desplegar ciudadanía. 

Y también creo que es un desafío disputar con eficacia un espacio en el que se encuentran los sectores económicos concentrados con las mayorías sociales, el consumo. Esto implica problematizar prácticas y sentidos que están naturalizados y normalizados, pero que son altamente impactantes en la sostenibilidad. Y en paralelo ser capaces de proponer alternativas transformadoras en el marco de otro modelo de consumo, sobre todo en el ámbito de la alimentación, que viabilice y legitime otro proyecto de sociedad, territorios habitables y vidas vivibles.

Otros puntos que creo centrales, ambos condicionados por las capacidades para la integración sectorial, son, por una parte, la posibilidad de que la ESS pueda lograr un peso mayor en la correlación de fuerzas dentro de los estados. Por otra, poder construir mayorías como actores de una producción, comercialización, comunicación o consumo con una base en la solidaridad. Y seguramente a partir de esto poder consolidar su posición como un actor social con legitimidad, un actor económico con capacidad de transformar las estructuras y como un actor político con representatividad y poder de incidencia en el Estado y las políticas públicas.

Diría que, como mencionaba antes, desde el CEES Untref intentamos combinar el trabajo académico de docencia e investigación con la asistencia técnica, el acompañamiento y el intercambio con las organizaciones de la ESS. En los procesos conjuntos con las experiencias solidarias intentamos construir una relación de reciprocidad y poner en valor los objetivos comunes: contribuir desde los lugares que ocupamos a pensar y construir un futuro que antes que nada sea común. 

Por esto insisto en el papel fundamental que pueden tener las universidades y otros espacios de ciencia, técnica y tecnología también fuera de las aulas y más allá de la construcción y la divulgación de conocimiento. Una universidad que esté en los territorios y con los agentes de las comunidades organizadas, acompañando a las experiencias que proyectan un futuro principalmente más humano y también generando y reproduciendo un conocimiento que las reconozca, las visibilice y las potencie.

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Entrevista realizada por Isidro Jiménez. Madrid, 1 de febrero de 2024