En 1968, pocos años antes de protagonizar Soylent Green, Charlton Heston había sido el único superviviente de la destrucción del planeta causada por la guerra nuclear (Planet of the Apes, Franklin J. Schaffner, 1968), cinco años después y de forma contemporánea a la crisis del petróleo de los años 1970, la causa del acusado deterioro ambiental del planeta representado en la película está relacionada con la contaminación, el efecto invernadero y la sobrepoblación. Este paso de la catástrofe nuclear a la catástrofe ambiental marca el paso desde la distopía a la distopía climática, en un momento en que aún no se hablaba de cambio climático pero sí se hablaba con preocupación de la desaparición de la capa de ozono y del efecto invernadero.
Fleischer se basó para su película en la novela de Harry Harrison ¡Hagan sitio! Hagan sitio! (Make room! Make room!), y ya en los títulos de crédito nos ofrece en una rítmica sucesión de imágenes las causas del deterioro del planeta hasta llegar precisamente al año 2022 en que se sitúa la acción. El aire es irrespirable (ver a la gente con mascarilla de tela en el año 2022 es la premonición más casual entre todas las premoniciones causales de la película), los mundos vegetal y animal están casi extinguidos, y por supuesto los productos naturales no están al alcance de la mayoría de la población, que debe conformarse con comer pasta de soja endurecida y, un día a la semana (¡el martes es el día de solylent green!), pasta endurecida de plancton, lo único vivo que queda en los océanos.
“¿Cómo hemos llegado a esto?”, se pregunta desolado Sol, el anciano compañero del protagonista cuando este le lleva un filete de ternera y un tomate que ha conseguido en un apartamento de la clase alta.
¿Cómo evitaremos llegar a eso?
Alfonso Rodríguez de Austria
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