24/10/2025

El portal de la Ficción Climática – Climate Fiction Cli-fi Website

Espacio dedicado a la ficción climática (cli-fi) literaria y cinematográfica

La saga Mad Max desde la perspectiva Cli-fi

La saga Mad Max es algo único dentro del llamado cine CLI-FI o Climate Fiction Cinema, y una oportunidad para la investigación cinematográfica.

Isidro Jiménez Gómez

Cuando George Miller (Queensland, Australia) dirigió la primera película de la saga Mad Max tenía 34 años y poco presupuesto. La película resultante estaba muy lejos de lo que la mente de Miller, aupada por la crisis del petróleo y la guerra fría atómica, era capaz de imaginar. Quizás por ello, este primer relato apocalíptico, que le encumbró tanto a él como a Mel Gibson, ha sido reescrito otras tres veces más manteniendo un hilo argumental similar, pero ofreciendo en cada entrega un nuevo marco desde el que entender el futuro de la humanidad. Entre Mad Max, salvajes de la autopista (1979) y Mad Max, Fury Road (2015) han pasado casi cuatro décadas que nos permiten una mirada histórica del cine eco-apocalíptico, pero también nos da la oportunidad de repensar con distintos enfoques la relación del ser humano con la naturaleza y los recursos que esta nos ofrece. En ese sentido, la saga Mad Max es algo único dentro del llamado cine CLI-FI o Climate Fiction Cinema, y una oportunidad para la investigación cinematográfica.

Miller se decantó en la cuarta entrega de la saga, Fury Road (2015), por volver a los orígenes, especialmente a Mad Max 2, dado que la tercera entrega había entrado en un terreno de difícil retorno: un mundo desértico y sin petróleo busca nuevas formas de energía. Pero a Miller no le interesan las posibles formas de energía (solar, eólica…) sino su gestión política, el reparto del poder en un mundo de extrema escasez.

Tablas comparativas der criterios cinematográficos y medioambientales

En ese sentido, como muestran las tablas anteriores, todas las películas de la saga reducen simbólicamente la energía a una fuente energética específica y los recursos naturales quedan representados principalmente por el agua, obviando cinematográficamente la complejidad real de estos asuntos. De hecho, para Miller lo importante es usar la energía y los recursos naturales como símbolos de la escasez y profundizar a base de guión narrativo en cómo su gestión política es la clave de la historia. La lucha de Max por sobrevivir es, en último termino, la lucha contra los que detentan el poder, es decir, la energía y los recursos naturales necesarios para subsistir.

Tan sólo en la última entrega hay una licencia sobre los recursos naturales que aparentemente excede el problema del poder: una de las mujeres del matriarcado conserva semillas y las planta, intentando conservar con ella el legado del mundo vegetal en un mundo desértico. La otra única muestra de mundo vegetal son los huertos que tiene el dictador Immortan Joe en su montaña-fortaleza. Ese mínimo oasis verde es el único esperanzador futuro para Mad Max y Furiosa, así que matarán a Immortan Joe para conseguirlo.

Miller, por tanto, no ha querido despegarse de la línea imaginada (pero no materializada) de Mad Max, el guerrero de la carretera (1979). La sociedad del siglo XXI sigue siendo dependiente del inaudito legado orgánico que supone el petróleo, generado en escalas temporales que nos cuesta asimilar. Y todo ello aunque esa dependencia ponga en riesgo de desaparición a la propia sociedad.

El combustible fósil alimenta de energía las películas Mad Max: los expectaculares coches, motos y camiones, pero también las tramas narrativas. Y Miller no posibilita un debate sobre otras fuentes de energía porque no le parece lo importante: ¿acaso introducir la energía solar resuelve el problema del poder acumulado por Immortan Joe? Esta perspectiva política traslada el problema del cambio climático a un espacio incluso más necesario.